Incluye contenido.

Primera parte. Hacia una filosofía propia. -- Segunda parte. Critica de la filosofía de nuestro tiempo. -- Tercera parte. Critica del Marxismo. -- Cuarta Parte. Critica de la libertad, el poder, el saber. -- Quinta parte. La concepción de la democracia.

Parece un tanto extraño hablar del poder de la filosofía en una época en la cual esta aparentemente carece de relación con el mundo real. El recuerdo de la Escolástica y el fenómeno tan singular que antes del nacimiento de las ciencias positivas, la filosofía fue prácticamente una fuente de conocimiento universal con un criterio especulativo y carente totalmente de rigor. Esta herencia constituye un lastre muy difícil de superar en la mentalidad general. A esto debe sumarse la pretensión positivista que parece afianzarse cada vez más desde mediados del siglo XIX, de considerar a la ciencia como única productora de conocimiento. No obstante, esa historia negativa, la filosofía tiene una relación pluridimensional con el mundo en que nos movemos y produce conocimiento, si bien de una manera diferente a la ciencia. Frente a la generación empírico-racional de conocimiento en las ciencias naturales y a la reconstrucción documentaria en algunas disciplinas sociales, la filosofía es autorreflexión sobre el propio conocimiento de las ciencias, partiendo de su paradigma y método, pero sometiendo a critica el sentido y validez del conocimiento en el mundo histórico; pero la filosofía no se agota en ese examen crítico. A mi juicio, el papel fundamental de la filosofía consiste en la crítica del arte, de la cultura y muy particularmente de la política. Esa crítica se realiza desde luego con las coordenadas generales de toda crítica, pero la importancia excepcional es el papel del filósofo como legislador, en que tanto insistía Nietzsche.